El pasado 27 de junio asistí a la sala de urgencias del Centro de Atención Integral para la Salud Mental (CAISAME) -antes conocido como Hospital Psiquiátrico de san Pedro del Monte o de manera popular como "San Pedro de los Locos". Me presenté en la sala de urgencias dado que padecía una grave crisis psicótica derivada de la suspensión repentina del medicamento que se me ha prescrito desde hace más de cinco años. Al día tomo tres dosis de olanzapina, tres de sertralina, tres de alprazolam.
Fui recibido en un cubículo de urgencias por un joven que se hizo llamar psiquiatra y cuyo nombre, me lo dijo después de insistir demasiado pues se resistía a dármelo, es José Manuel Díaz de León. De manera déspota me llamó a su cubículo en la sala de urgencias donde estaba más ocupado con las llamadas y mensajes de celular que recibía, soslayando lo que yo le refería acerca de mi enfermedad.
No me escuchó. Su maltrato y prepotencia deben estar avalados por la directora del CAISAME, la especialista en psiquiatría infantil Ana Bertha Meza Pérez, que tiene su consultorio además en el hospital Los Ángeles de León, Guanajuato, uno de los más caros de la ciudad. ¿Por qué es tan pésima directora de un Centro Integral para la Salud Mental? Las influencias y la corrupción en este país al parecer son un buen negocio pero sólo para los amigos burócratas como doña Ana Bertha.
Volviendo al psiquiatra (¿?), éste me dijo que no podía darme ningún medicamento. Que por cuestiones burocráticas del manicomio las pastillas que requiero están controladas. Y prácticamente me corrió de su cubículo. Tales son las personas que "laboran" en el Manicomio de León.
Tuve que ir a presentar una queja a la subdirección del CAISAME —Ana Bertha, la psiquiatra infantil, prácticamente regenta del manicomio de León pero nunca está o por incuria no recibe pacientes—; en la subdirección, luego de esperar media hora, se apersonaron dos loqueros que no me dieron sus nombres.
Ambos se pusieron de lado de su amigo el loquero que me negó la atención médica, el 'shrink' José Manuel Díaz de León Alonso, y, a pesar de que yo ya me veía muy mal por la falta de medicamentos les importó poco aun y cuando les mostré mi hoja de contrarreferencia del IMSS en el que se señalan los medicamentos que tomo desde hace cinco años. Les importó nada y me juzgaron de loco.
A final de cuentas, el médico que se hizo pasar por subdirector, acompañado, por su colega me dijeron que no me podían prescribir los mismos medicamentos sin aducir argumento alguno salvo el de que los medicamentos que he tomado desde hace cinco años me los iban a negar.
Yo ya me encontraba al borde de la crisis psicótica y dije a uno de los médicos que lo culpaba a él y a Ana Bertha Meza Pérez si llegaba a hacerme daño a mí mismo o a los demás.
Dicho esto, me dejaron en la oficina de la subdirección del manicomio. Cuando volvieron, me dijeron que me iban a dar mis medicamentos pero en una cantidad reducida. Ante mi desesperación, acepté.
El médico que me negó mi derecho humano a la salud y que conculcó mi derecho constitucional a la salud, José Manuel Díaz de León Alonso, quizá para ser protegido por el médico que dijo ser el subdirector —quien portaba un águila dorada en la solapa de su bata blanca—, firmó las recetas que en un principio me negó en su cubículo de la sala de urgencias del manicomio. De tal manera que así impostó que no violó mis derechos humanos y constitucionales en colusión con los médicos de marras.
Yo ya me encontraba al borde de la crisis psicótica y dije a uno de los médicos que lo culpaba a él y a Ana Bertha Meza Pérez si llegaba a hacerme daño a mí mismo o a los demás.
Dicho esto, me dejaron en la oficina de la subdirección del manicomio. Cuando volvieron, me dijeron que me iban a dar mis medicamentos pero en una cantidad reducida. Ante mi desesperación, acepté.
El médico que me negó mi derecho humano a la salud y que conculcó mi derecho constitucional a la salud, José Manuel Díaz de León Alonso, quizá para ser protegido por el médico que dijo ser el subdirector —quien portaba un águila dorada en la solapa de su bata blanca—, firmó las recetas que en un principio me negó en su cubículo de la sala de urgencias del manicomio. De tal manera que así impostó que no violó mis derechos humanos y constitucionales en colusión con los médicos de marras.
El trato inhumano y despótico en el CAISAME se intensifica cuando uno asiste a la farmacia: no hay medicamentos. De lo recetado, no había ni sertralina ni gabapentina, sólo alprazolam (una caja cuando lo que me daban en el IMSS eran tres), y olanzapina en cantidad reducida de tres pastillas al día me recetaron sólo una. ¿Qué pasa con los medicamentos en la farmacia del CAISAME? ¿Por qué el desabasto? La doctora Meza Pérez debe responder al respecto. El asunto se presta a suspicacias.
El gobierno del estado de Guanajuato, encabezado por Diego Sinhué Rodriguez Vallejo, así como el director de la Secretaría de Salud de Guanajuato, Daniel Alberto Díaz Martínez tienen que rendir cuentas sobre el sistema de salud en Guanajuato que poco a poco se desquebraja por la incuria, el maltrato a los pacientes, los malos diagnósticos.
En el manicomio de León, al parecer los "doctores" son tanto o más oligofrénicos que la ergástula internada en san Pedro de los Locos.
El gobierno del estado presume: "Tenemos el mejor sistema de salud en el país". El chiste se cuenta solo.
*
Coda: La experiencia de visitar el manicomio de León --mal llamado Centro de Atención Integral a la Salud Mental--, de manera inicua recuerda la forma en que se trataba a los pacientes psiquiátricos hace décadas. Basta recordar documentales como 'San Clemente' (1981) de Raymond Depardon, 'Titicut Follies' (1967) de Frederick Wiseman, 'Feng ai' --AKA Till madness do us appart-- (2013) de Wang Bing, entre otros, para dar cuenta de ello.
'San Clemente' (1981) de Raymond Depardon. Tráiler.
'Titicut Follies' (1967) de Frederick Wiseman,
comentario crítico.
'Feng ai' --AKA Till Madness do us appart-- (2013) de
Wang Bing. Tráiler.